La delgada línea entre la inspiración y el plagio es una que debe ser recorrida con cuidado, pero de acuerdo al ilustrador Buck Woodall, Disney no fue cuidadoso y “Moana” sería el resultado de un plagio. Un jurado está en desacuerdo.
Todo comenzó a principios de 2004, cuando Woodall le presenta a la hermanastra del hermano de su esposa, Jenny Marchik, el guion y tráiler de un proyecto personal llamado “Bucky”.
Marchik en ese entonces era la Directora de Desarrollo en Mandeville Films, una empresa que tenía un acuerdo de preferencia para que Disney fuera la primera en tener un vistazo a los nuevos proyectos en los que estaba trabajando la compañía.
Luego de esta primera reunión, la extrabajadora de Mandeville Films y actual Encargada de Desarrollo de filmes en Dreamworks, le pidió más material acerca de Bucky, incluidos diseños de personaje y storyboards.
Como sucede en muchas historias que no llegamos a oír, el proyecto de Woodall no llegó a concretarse, pero 16 años después, en 2020, este creativo decide presentar una demanda alegando que sus ideas sí fueron utilizadas, pero en el filme de 2016, Moana.
Inicialmente la demanda era solamente contra Buena Vista Home Enterteinment, quienes distribuían las películas en formato físico, debido a que la ventana de 3 años en Estados Unidos para denunciar por infracción de derechos de autor había expirado. Sin embargo, cuando se anunció Moana 2, esta ventana volvió a abrirse y Woodall comenzó la carga contra Disney.
Según alega el demandante, las similitudes entre Moana y Bucky son demasiadas y esto sería prueba de que Marchick le habría enseñado su proyecto a gente dentro de Disney y esto le dio la idea a John Musket y Ron Clements, directores de la película de 2016, de dar a luz esta historia.
¿Cuáles son estas similitudes? Ambos filmes toman inspiración de la cultura polinesia, ambos viajes comienzan con una tortuga, incluyen collares simbólicos y cuentan con un semidios que cambia de forma.
Al momento de declarar, John Musker negó que él y su compañero hubieran plagiado la historia de Woodall y dijo que, en su lugar, Moana tomaba inspiración de trabajos previos como “La Sirenita”, “Aladdin” o Hércules”, obras en dónde los protagonistas deben recorrer una serie de desafíos para descubrir verdades sobre sí mismos y que también fueron escritas y dirigidas por el dúo responsable de Moana.
Este testimonio se sumaba al hecho de qué, cuando Buck Woodall fue cuestionado por el abogado de Disney, Robert Klieger, los recuerdos de quiénes o cuántas fueron las personas con las habló sobre Bucky, parecían algo borrosos.
Como resultado, un jurado de los Ángeles deliberó por poco más de dos horas y decidió que Disney no robó la idea de Moana del trabajo de Buck Woodall.
Este parece ser el final de esta historia. El demandante buscaba un 2,5% de las ganancias de Moana, que ya superó los USD 1.000 millones.
La historia sirve como testimonio de qué probar un plagio no es tarea fácil y qué muchas veces que existan similitudes entre obras puede ser producto, no de la mala intención, sino de inspiración.
Uno podría argumentar que tal vez Bucky tomaba elementos de Hércules o La Sirenita. Por eso, volviendo a la frase del inicio, la línea entre la inspiración y el plagio es una delgada.